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Latinoamérica También tiene su Postura

A lo largo del tiempo, observando la historia de la arqueología, vemos el surgimiento de varias corrientes de pensamiento distintas que permiten mirar la realidad desde distintos puntos de vista. Estos puntos de vista van considerando cada vez mas aspectos a la hora de interpretar lo que se ve. Es así como surge formalmente, en la década de los ´70, la Arqueología Social Latinoamericana (ASL).

De esta corriente hay varios puntos relevantes, a nuestro parecer destaca la relación que existe entre su florecimiento y el ambiente social, económico y político en el que se gesta. Antes de la aparición de la ASL, ya se venía pensando que el medio influye en la forma en que se desarrollan las Ciencias Sociales, pero es en esta época, y con esta corriente que se evidencia de manera notable este hecho, como lo afirma Henry Tantaleán o lo relatado en el Manifiesto de Teotihuacan del que hablaremos más adelante. Ejemplo de lo anterior tenemos el hecho de que el desarrollo de la ASL estuvo directamente influenciado por el contexto post II guerra, de acuerdo a Oyuela Caycedo, si no fuera por la situación política probablemente no se habría desarrollado, pues habría una intención de un compromiso político revolucionario asumiendo que el positivismo y el empiricismo estaban ligados al imperialismo de EEUU, hechos ambos que no debían permitirse.

Los inicios, los primeros vestigios de esta nueva corriente, se verían con Tabio en Cuba, luego vendrían los trabajos de Lumbreras y de Bate. En Perú, Ayacucho, habrían interpretaciones marxistas desde 1965 (Oyuela Caycedo 1997), pero sería con la publicación, en 1974, del libro “La arqueología como ciencia Social” de Luis Lumbreras que se vería mayor impulso de este planteamiento, llegando a que en 1975 se juntaran algunos investigadores en México para ver como formalizar este nuevo enfoque arqueológico. De acuerdo al Manifiesto de Teotihuacán, varios arqueólogos y otros investigadores estaban cuestionándose el modelo imperante en esa época, buscando una forma de influir más en lo social y político, de hacer menos abstracto su trabajo, y lo escrito por Lumbreras les habría dado la respuesta. Luego de este hito habrían surgido nuevas reuniones y se habría comenzado a esbozar esta nueva forma de evaluar el registro arqueológico y la necesidad de que eso interfiriera en la sociedad, en las relaciones de inequidad producto del modelo capitalista imperante.

De lo anterior, tenemos entonces una nueva forma de ver el mundo. La ASL tiene como objetivo, “En vez de simplemente recuperar el pasado, (...) entender cual es el significado de este pasado y como este pasado en sí mismo toma un lugar tan hegemónico y esencial en el desarrollo nacional de nuestros estados” (Benavides 2001:355). Para lograr lo anterior hace énfasis en el desarrollo histórico de los pueblos y como encajan en el medio, sin olvidar la necesidad de influir, desde lo académico, en la actualidad siendo conscientes del aporte e interferencia en la reconstrucción histórica de la sociedad, es decir, no olvidar, que como planteaba Childe, la arqueología es una Ciencia Social. (Tantalean 2004, Oyuela Caycedo 1997, Reunión de Teotihuacan, 1979)

Este enfoque, refiriéndose a las sociedades del pasado, enfatiza las actividades económicas de éstas pues así se podría evaluar el resto de los aspectos de la sociedad. El presupuesto teórico es que los seres humanos se relacionarían con la naturaleza para obtener su sustento y que habría que ver de cómo es esta relación de manera de poder determinar como es la sociedad, pues se organizaría en torno a esto, provocando un desarrollo constante de las fuerzas productivas para lograr un aumento de la capacidad productiva del trabajo (Benavides 2001). Además, lo anterior generaría además una contradicción entre el desarrollo ya mencionado y la tradición que impone cierta forma de relaciones sociales de producción. Es así como pueden observar, por medio de los objetos arqueológicos, los medios de producción, que llevan a ver los modos de producción, que servirían de base para inferencias sobre las relaciones de producción.

Lo anterior da cuenta del aspecto materialista de la teoría, pero no nos podemos olvidar del aspecto histórico de lo observado. Los arqueólogos sociales tienen como punto de partida las tres dimensiones que define Childe: espacial, cronológica y temporal, donde las dos primeras serían evaluables desde la recolección superficial, pero la dimensión temporal sólo sería evaluable desde la estratigrafía, haciendo de ésta una herramienta indispensable.

La metodología a aplicar involucraría excavaciones estratigráficas por niveles artificiales, respetando así la temporalidad; la utilización de pozos de sondeo y recolección en superficie para ver la dimensión espacial; la utilización del método comparativo, con herramientas como la etnografía, para evaluar por ejemplo inferencias sobre las relaciones sociales de producción; y la utilización de metodologías de las ciencias auxiliares intentando establecer una interdisciplinariedad que permita abarcar a cabalidad el sitio y los materiales, pues la reconstrucción debe ser holística, intentar llegar al aspecto antropológico de los elementos, hecho que permitiría influir en la comunidad y educarla, que es el fin ultimo de la ASL.

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